jueves, 25 de diciembre de 2014

JAN VERMMER LA MAGIA DE LA LUZ

JAN VERMMER LA MAGIA DE LA LUZ

Alegoría de la pintura, 1666
óleo sobre lienzo 120 x 100 cm
Viena, Kunthistoriches Museum

Vermeer : Un pintor lejos de la batalla


Entre los siglos XVI y XVII , Holanda está en el corazón de una Europa ensangrentada .El largo camino de ese pequeño país hacía la independencia está marcado por la lucha a muerte contra la tiranía española , que conoce períodos de represión entre los cuales destaca el protagonizado por el duque de Alba, enviado especial de Felipe II para someter la enconada resistencia de las provincias septentrionales del dominio español, que Carlos V, al dividir su imperio, había dejado en herencia a su hijo Felipe en 1555- 1556. La política de terror de duque dará origen a la Guerra de los Ochenta Años ( 1568-1648 ) que se solapa con la Guerra de los Treinta Años ( 1628-1648 ) en proporción más devastadora para las regiones centrales de Europa , que las dos mundiales juntas . Sólo al término de ambas, en la Paz de Wesfalia , serán las Provincias reconocidas como una república independiente.

En este bélico escenario es el entorno en que se desarrolla la espléndida escuela pictórica holandesa y dentro de ella la singular producción vermeeriana. Vermeer no es un pintor realista en muchos aspectos , pero uno de ellos es precisamente que crea un mundo diametralmente opuesto a esa realidad , un refugio doméstico , pulcro, controlado, silencioso y exquisitamente civilizado, muy alejado de esos campos de batalla de una época cuya ferocidad casi hemos olvidado . Los pintores holandeses, pero Vermeer con más eficacia que ninguno muestran el hogar , la casa como un bastión que defiende del exterior. Pocas veces en la Historia podemos ver tan nítidamente marcada la frontera entre lo privado y lo público .

Dicho esto, el siguiente paso es analizar como estructura Vermeer ese mundo, cuáles son los elementos que utiliza, qué cosas toma de otros, cómo las modifica y que le añade tratando de llegar en fin. Al final sólo nos queda certidumbre de lo más evidente y real , una mezcla de oficio y genialidad que tiene como consecuencia la creación de una obra singular, aún dentro de los parámetros , ya que de por sí bastante singulares de sus compatriotas y sus contemporáneos. No le faltaba nada : maestría en el manejo del espacio, en la composición, en la luz , en el color , en la técnica , pues son célebres su maestría de cambiar y adaptarse a nuevas necesidades y su uso de los pigmentos cual auténtico alquimista del arte. 



La lechera
óleo sobre lienzo 45,4 x 40,6 cm
Amsterdam, Riljsmuseum


Las escenas que representa, al menos en una primera lectura , no poseen ninguna trascendencia en sí mismas , pero él les confiere una importancia casí metafísica . Podemos percibir tres niveles : primero, lo que se percibe a simple vista , una escena de interior doméstico, una actividad cotidiana después , un hipotético significado moralizante , emblemático , alegórico simbólico y finalmente un tercer nivel que trasciende éste, como éste trascendía al primero y es desde luego mucho más inaprensible: su creación de un mundo propio con esos elementos, un mundo puramente estático y formal , queremos decir ; un ejercicio de estilo, de expresión personal de naturaleza radicalmente estética y técnica . Un mundo ,en fin, configurado con esos componentes tan simples, de manera palmaria los del primer nivel y en el fondo también los del segundo , siempre que se acceda a su identificación.

En la indagación de los ocupaelementos estructuradores del mundo vermeeriano ocupa un lugar destacado su renuncia a la narración, más aún, su negativa a narrar. Tanto es así que el artista siempre nos deja fuera de la clave : somos testigos de la redacción y la recepción de cartas , pero no sabemos quién escribe o a quien, ni qué es lo que comunica : de diálogos : casi diríamos de pausas en ellos ; en los que es imposible saber que relación hay entre los personajes , cosa que sucede también en otros de los más sutiles pintores holandeses 


La joven de la perla1665
óleo sobre lienzo 44,5 x 39 cm
La Haya, Koninklijk Mauritshuis



Cuando contemplamos uno de estos cuadros de Vermeer siempre hay un momento en que nos preguntamos qué pasa con ellos, pero al momento siguiente esto ya no nos importa pues estamos fascinados y deslumbrados por la propia obra de arte como tal. Nos puede surgir la legítima duda de si realmente pasan cosas o no se trata más que de gestos codificados para mayor gloria del lucimiento técnico. Tal vez sea sólo la mirada de alguien con una tendencia quizá excesiva a considerar lo puramente formal cayendo en una visión subjetiva , aunque la sospecha de qué erramos en la visión del significado del cuadro nos acecha . Pero la sospecha permanece y la disyuntiva no se resuelve : o las escenas de Vermeer son pura anécdota o no hay nada anecdótico en  ellas: o hay un misterio indescifrable para nosotros, hoy, pero quién sabe si también para sus contemporáneos - o bien más que lo vemos, unas formas, lineas, manchas de color, luces y perspectivas exquisitamente logradas, una metafórica cámara oscura que nos permite sumergirnos en la contemplación de otros silencios y de otros ámbitos .

Y, dado que no se puede hablar del espacio sin hablar del tiempo , es oportuno también destacar otras diferencias de Vermeer con respecto a otros artistas , en los que el " tiempo " del cuadro se deriva naturalmente de su contenido narrativo. En ellos han ocurrido cosas antes y van a ocurrir después ; se cuenta una historia cuyo pasado se puede deducir y cuyo futuro se puede prever. Por supuesto, la pintura siempre detiene el tiempo en una imagen, la inmoviliza , pero, a diferencia de otros , en Vermeer los objetos parecen estar empezando a disolverse en el espacio, o acaso en el tiempo. Ahí está uno de los pequeños secretos : la soledad, el silencio, la inmovilidad o permanencia funden el espacio y el tiempo.

Mercedes Tamara
25-12-2014

Bibliografia : Vermeer, Edit Biblioteca El Mundo

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